En algún lugar intrincado y sinuoso, entre los recovecos de la legalidad se encuentra el imponente monopolio de la violencia; y en ese entorno incomprensible, deambula la verdad en un oscuro laberinto... El domingo 31 de enero en Ciudad Juárez, un comando armado incursionó en una fiesta de cumpleaños y asesinó a quince jóvenes. La masacre enfatiza el ambiente de violencia e inseguridad en una ciudad que ha trascendido el ámbito nacional por la opacidad y la impericia para resolver los grotescos asesinatos de mujeres. Durante años y en secuencias casi rítmicas, se incrementó el nefasto legajo de las “muertas de Juárez”, se reveló el negro porcentaje de la impunidad, se exhibió la ineficacia de las autoridades y se exacerbó la indignación social ante las explicaciones, intrincadas e inauditas, de los órganos de justicia. También en San Francisco, las autoridades siguen jugando a la ruleta rusa, al pretender sofocar la crispación social a punta de intimidatorios operativos con “fuerzas municipales y estatales” con los que supuestamente “blindan” el municipio. Por ejemplo, la noche del pasado 6 de febrero se detuvo y cateó a más de 300 personas, cinco vehículos fueron incautados y enviados a la pensión, se aplicaron doce infracciones de tránsito, 24 individuos que gozaban de las delicias de una noche desatada y cachonda fueron detenidos por supuestas “faltas administrativas” y hasta dos bicicletas fueron recogidas, como una muestra más de que la prepotencia y la impunidad siguen gozando de cabal salud en el municipio. Los elementos policiacos, acompañados de personal adscrito a la Dirección de Fiscalización y a la de Salud Municipal, se dieron vuelo cateando y manoseando a toda mujer que tuvo la mala suerte de no contar con su “carnet” en los night clubs, como es el caso del Safari o La Selva, lugares que congregan buen número de parroquianos cada fin de semana con la idea de pasar un rato en compañía de licor y bellas damitas, cuyos cuerpecitos apenas cubiertos de vaporosas ropas son la atracción de tales lugares. La carne llama a la carne, dicen. Sin embargo, conforme se profundiza la descomposición del país, los “operativos” muestran su inutilidad: aumenta el índice de todo tipo de robos, de asaltos y de violencia en el municipio. Desesperadas, las autoridades policíacas dan palos de ciego, simulando que “trabajan para proteger a la sociedad”. Ahí tenemos las palabras del inútil y corrupto jefe de Seguridad Pública de San Francisco: “apelo a la buena voluntad de la población para que juntos trabajemos con el fin de frenar los robos”. Así de fácil, sin dar detalles de cómo es que espera que la ciudadanía se una en torno a las autoridades para “juntos enfrentar a la delincuencia”, sin ofrecer los mecanismos que hagan posible que la población comprenda en qué consiste eso de “autoprotegerse para lograr mejores resultados en contra de la delincuencia”. No contento con lo anterior, el jefe policiaco muestra su total ineptitud cuando declara que “se analizará la problemática que existe en el municipio en cuestión de robos, reforzándose la operatividad para cambiar estrategias que ayuden a prevenir la comisión de delitos”. Lo dicho: están dando palos de ciego. No saben qué hacer. Y eso es peligroso, porque la seguridad del municipio está en manos de un verdadero incompetente. Lo que queda claro es que la persecución de los delitos sigue los caminos en perjuicio siempre de los más jodidos; queda patente que la procuración de justicia se realiza en vericuetos insostenibles, que las investigaciones siguen líneas sinuosas y complicadas que no conducen a su esclarecimiento, porque en ese entorno incomprensible, la verdad errante se desvanece en un oscuro laberinto. Así pues, y en un claro contexto de “debilidad institucional” y de carencia de tacto político, es que el pasado 12 de febrero un grupo de colonos de La Estación, molestos por la obstrucción al tránsito por debajo del claro del puente del recién inaugurado distribuidor vial, amenazaron con bloquear la circulación en la mencionada vía si sus peticiones no eran satisfechas. “Estas son chingaderas. Este es su pinche distribuidor de oportunidades. Bola de rateros mentirosos… ¿Quieren balazos cabrones?… Y díganle al barbón ese del Verdín, que de la cara, que no mande gente que nomás se hace bolas”. Decían quienes pusieron en evidencia la fragilidad de la autoridad. ¿Cuál fue el origen del problema? Cerrar el acceso a La Estación por debajo del claro del puente: sin previo aviso, los conductores de vehículos particulares y los autobuses de servicio de rutas se encontraron con que ya no podían entrar a la citada comunidad; lo tenían que hacer por una vía alterna. La gente se sintió burlada y tronó: “Ustedes son funcionarios, les vale madre nuestra seguridad. Ustedes van y cobran cada quincena y es un ingreso seguro. ¿Y nosotros que pagamos impuestos? ¿Nosotros que vivimos o trabajamos aquí, que dependemos de la actividad que hay aquí? Ustedes nunca vinieron a informar. ¿A quién le preguntaron si estaba de acuerdo en hacer esta pendejada de bloquear el acceso? ¿Cuándo informaron de sus planes a fin de que la gente tomara sus precauciones? ¡Nunca!”. Ahí estaban en medio de la confusión y la ofuscación el director de Desarrollo Urbano, Gabriel Rentería, y el de Obras Públicas, Asustín López F. Este último, tembloroso y con la boca seca, seca, ya no sabía cómo salir de la ratonera. Y, para aumentar las angustias de la presente administración municipal, el 3 de marzo el diario a.m. dio a conocer que la empresa de Ferrocarriles le ha dado un plazo de sesenta días al municipio para que “haga algo” a fin de que se evite el tráfico vehicular por debajo del puente. Es decir, la autoridad responsable tiene que encontrar la manera de no enturbiar aun más su relación con los habitantes de La Estación. Así, se escribió una página más de esta “histórica administración municipal” –para utilizar las palabras de los apologistas panistas locales– “que, indudablemente, tendrá consecuencias importantes sobre las generaciones futuras”.
(Texto basado en Laura M. López Murillo, argenpress, 9/II/10; a.m., febrero 8, 12 y 13, 2010; a.m., 3/III/10).
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