domingo, 25 de abril de 2010

INTERNACIONAL: Camilo Torres Restrepo

El pasado 15 de febrero se cumplió un nuevo aniversario de la muerte en combate en las filas del ELN del sacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo, un destacado intelectual y profesor universitario, quien luego de liderar un amplio movimiento de protesta popular consideró que los caminos de la legalidad estaban cerrados en la asfixiante atmósfera de la dictadura civil del llamado Frente Nacional y en consecuencia ingresó, como muchos otros activistas sociales en ese país, a las filas de una insurgencia popular, un fenómeno que acompaña la historia de Colombia a lo largo de casi todo el siglo anterior y se prolonga hasta el presente, sin perspectivas de solución.

Camilo Torres es sin duda un producto necesario de las condiciones sociales y políticas de su país pero es al mismo tiempo expresión de la profunda crisis de la Iglesia católica, sometida también en Latinoamérica a los embates de la modernidad y desorientada ante la exitosa competencia de las iglesias protestantes.

Colombia era (y sigue siendo) un país de enormes desigualdades sociales y económicas, con un sistema político primitivo y violento que asegura los privilegios de una casta pretenciosa e ignorante, profundamente cínica pero muy cuidadosa de las formas (hay elecciones tramposas cada cuatro años) y de una sumisión a los Estados Unidos que raya en la servidumbre. No resulta extraño entonces que a la violencia oficial la respuesta de los afectados haya sido con tanta frecuencia la lucha irregular, el levantamiento armado y la insurrección.

La Iglesia católica, por su parte, pierde su influencia y buena parte de su poder político como resultado del agudo proceso de urbanización de las últimas décadas que la deja sin su feligresía campesina tradicional y carente de un discurso adecuado a las nuevas realidades que impone la modernidad. Hay que destacar el compromiso político de la Iglesia, colocada siempre al lado de las minorías dominantes, convertida ella misma en un poder puramente terrenal y en legitimadora de las peores formas de opresión que soportan las mayorías pobres. Para todos, pero en particular para quienes se sienten fieles a las raíces mismas del cristianismo juega un destacado papel el mensaje renovador de Juan XXIII, una reforma frustrada que ahonda aún más el divorcio entre iglesia y feligresía. La llamada opción por los pobres afecta a todo el catolicismo del continente (y de otras latitudes) con ejemplos de una entrega y dedicación a las causas populares que les lleva hasta el sacrificio de sus propias vidas. Son incontables los laicos de los grupos de base, las monjas y curas asesinados y sobresalen figuras destacadas como Camilo Torres en Colombia, Monseñor Romero, el padre Ellacuría y sus compañeros jesuitas en El Salvador, Gaspar García Laviana en Nicaragua en las filas del FSLN, Domingo Laín en el ELN de Colombia y muchos otros. Todos ellos quedan como ejemplo y testimonio.

Para los católicos progresistas sigue vigente el mensaje ético de Camilo Torres, seguramente con mucha mayor fuerza que antes. La opción por los pobres de la Teología de la Liberación les impone un compromiso firme en la lucha social y política contra la explotación inhumana de los obreros, la persecución despiadada de las comunidades indígenas y negras, el empobrecimiento agudo de las capas medias, el desplazamiento violento de más de cuatro millones de campesinos y la emigración obligada de otros cuatro millones, expulsados de su país por el modelo económico y sometidos hoy en el mundo rico a la discriminación humillante y la explotación infame como mano de obra barata.

(Texto de Juan Diego García, argenpress, 15/II/10).

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