La propaganda oficial así lo dice. Se habla, a poco más de la mitad del sexenio, de que éste será el sexenio de la educación. Las cifras oficiales parecieran de inicio impactantes: ampliación de centros educativos, generación de nueva infraestructura, apuesta por nuevas modalidades educativas, como la educación en línea, y un largo etcétera. Aunque hay muchas formas de evaluar la gestión gubernamental, puede asumirse que la actividad evaluadora podría dividirse en dos grandes tipos: la evaluación de desempeño y la evaluación por resultados. En la primera, se destacan indicadores relativos al número de acciones realizadas, a los montos de inversión, al número de aulas o espacios educativos construidos, al equipamiento o modernización de instalaciones e incluso al número de plazas creadas para mejorar los servicios educativos. Sin embargo, este tipo de evaluaciones presenta varias limitantes: no nos dice nada acerca de la calidad de los servicios que se prestan; tampoco nos informa sobre la pertinencia de las acciones realizadas, por ejemplo, si han sido adecuadamente focalizadas, si responden a prioridades determinadas con criterios de racionalidad administrativa; y lo más importante, no nos dan información sobre el impacto final del esfuerzo público realizado. Si se consideran estos aspectos, puede explicarse por qué, por ejemplo, un programa tan bien evaluado como el Programa Oportunidades, a pesar de tener más de 10 años de operación, y de tener una cobertura de más de 5 millones de familias, no ha logrado cumplir con el objetivo de romper los ciclos intergeneracionales de la pobreza.
Desde esta perspectiva, el análisis de los indicadores educativos se hace necesario, más aún cuando hay todo un despliegue propagandístico mediante el cual, se pretende hacer creer a la población que el estado de Guanajuato ha avanzado a pasos agigantados en materia de educación.
Acerca del rendimiento escolar y de acuerdo con el último Informe de
Se puede argumentar que Guanajuato está menos peor que la mayoría del país en la modalidad de las telesecundarias; empero, afirmar que se está bien, cuando lo que tenemos es un desastre educativo, constituye un despropósito mayor. Resulta paradójico que si se sabe que las escuelas secundarias técnicas del estado sí marcan una diferencia significativa con respecto al resto del país, sea una de las modalidades en las que menos se ha invertido en términos de ampliación de cobertura.
En cuanto al rezago educativo y de acuerdo con los datos de INEA, a diciembre de 2009, Guanajuato ocupa el décimo lugar nacional en el porcentaje de población de 15 años y más analfabeta. Otro dato nada honroso es que Guanajuato ocupa el quinto lugar con mayor porcentaje de personas que en ese mismo grupo de edad, no han concluido sus estudios de educación primaria.
Finalmente, la “joya de la corona” es que Guanajuato ocupa el primer lugar en el porcentaje de personas mayores de 15 años que no han logrado terminar sus estudios de educación secundaria. Lo peor del caso es que según los datos del INEA, desde 2003 se ha mantenido constante un porcentaje por arriba del 28% de los mayores de 15 años sin secundaria terminada, lo cual, debiera ser revisado con urgencia y con mucha atención por las autoridades educativas.
(Tomado de correo, 12/IV/10).
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