domingo, 13 de junio de 2010

EDITORIAL: Seguridad nuclear: doble rasero

La Cumbre de Seguridad Nuclear, a la que la Casa Blanca convocó a gobernantes de 47 países, tuvo como propósito declarado evitar el riesgo de ataques terroristas con armas nucleares. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha insistido en que tal riesgo es real, y ha expresado el temor de que organizaciones fundamentalistas islámicas, como Al Qaeda, se hagan de material atómico para atacar intereses de ese país. Tal eventualidad, que hasta el 11 de septiembre de 2001 habría parecido un delirio paranoico, no puede descartarse hoy en día, por más que parezca un tanto remota.

Sin embargo, el tema real en el centro del cónclave realizado en Washington fue muy diferente: el gobierno estadunidense buscó convencer a regímenes aliados, amigos y otros no tanto, de unirse a la cruzada de aislamiento contra Irán, nación que realiza esfuerzos independientes por desarrollar un programa nuclear de generación de energía que, según Obama y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, tiene derivaciones armamentistas.

Tomando en cuenta este hecho, cabe afirmar que el encuentro en la capital de Estados Unidos fue tan hipócrita como inefectivo. Hipócrita, en la medida en que los gobiernos occidentales toleraron desarrollos de armas nucleares por parte de Israel, Pakistán, India y posiblemente también Corea del Norte, sin recurrir a las presiones económicas, diplomáticas y hasta militares que hoy aplican contra Teherán. Hasta la fecha, Tel Aviv –aliado principalísimo de Washington en Medio Oriente– no ha sido sometido a inspecciones, ni presionado en forma alguna, pese a que cuenta con un arsenal atómico que Global Security calcula en 200 o 300 cabezas nucleares. Por lo demás, países como Japón, Suecia, Alemania, Canadá, España e Italia han desarrollado, sin ser molestados en forma alguna, la capacidad técnica para ensamblar armas atómicas en un plazo mucho menor del que le tomaría a Irán.

Por otra parte, si el temor occidental es que la república islámica suministre materiales nucleares a Al Qaeda, las presiones van en dirección equivocada, si se toma en cuenta la enemistad de raíces históricas entre los fundamentalistas sunitas y el régimen de Teherán, con hegemonía chiíta. Sería más probable, en todo caso, que los primeros obtuvieran uranio enriquecido y tecnología de Pakistán, cuyas autoridades han respaldado activamente, en el pasado reciente, a grupos terroristas, y que, para colmo, enfrentan actualmente una situación de ingobernabilidad, guerra y corrupción cada vez más semejante al panorama que impera en el vecino Afganistán.

En suma, el empeño por aislar y cercar a Irán, y por impedirle que continúe su programa de desarrollo nuclear, es injusto, injerencista y contrario a la legalidad internacional, como señaló recientemente el presidente brasileño, Luis Inazio Lula da Silva, a quien nadie podría atribuir propósitos de desestabilización ni simpatías hacia organizaciones terroristas. Es lamentable que, en contraste, tantos gobernantes se hayan prestado a esa maniobra en el encuentro de Washington.

(Editorial de La Jornada, 13/IV/10).

No hay comentarios:

Publicar un comentario