viernes, 28 de agosto de 2009

Temporada de parodias

INTERNACIONAL



Algunos de los recientes episodios que conmovieron el mundo a través de las noticias –las elecciones en Líbano e Irán, el golpe de Estado en Honduras– han generado reacciones sobre las que vale la pena detenerse. Incluso, la falta de reacción frente a otros casos, como el secuestro de una embarcación por parte de Israel, también tiene mucho que decir.
Las elecciones en Líbano e Irán y el golpe de Estado en Honduras, son importantes no sólo por lo que representan en sí mismas, sino por las reacciones internacionales que han suscitado. Por otro lado, la ausencia de reacción ante un acto de piratería israelí en el Mediterráneo es un pie de página...
El Líbano. Las elecciones del 7 de junio en el Líbano fue-ron recibidas con euforia por la corriente principal de opinión pública estadunidense. “Me encantan las elecciones libres y justas”, escribió el 10 de junio el columnista del New York Times, Thomas Friedman. “En Líbano, fue algo genuino, y los resultados fueron fascinantes: el presidente Barack Obama derrotó al presidente iraní Mahmud Ahmadinejad”, apuntó. En efecto, “una sólida mayoría de todos los libaneses –musulmanes, cristianos y drusos– votó por la coalición del 14 de Marzo encabezada por Saad Hariri”, candidato respaldado por Estados Unidos e hijo del asesinado ex primer ministro Rafik Hariri. Se trató de un triunfo a partir de elecciones libres (y de Washington): “Si George W. Bush no se hubiera enfrentado a los sirios en 2005 –forzándolos a salir del Líbano después del asesinato de Hariri–, estas elecciones libres no hubieran sucedido”, escribió Friedman. “Bush creó el espacio (durante su discurso en El Cairo), Obama ayudó a avivar la esperanza”, precisó. Dos días después, los puntos de vista de Friedman tuvieron eco en una columna de opinión del Times escrita por Elliot Abrams, reconocido integrante del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos que anteriormente fue funcionario de alto rango en las administraciones de Ronald Reagan y George W. Bush: “La votación en el Líbano pasó cualquier prueba realista... Los libaneses tuvieron la oportunidad de votar contra Hezbollah y la aprovecharon”. La “prueba realista” a la que alude, se refiere a la votación real. La coalición 8 de Marzo, basada en Hezbollah, ganó aproximadamente con la misma proporción que Obama contra McCain en noviembre, con cerca del 54% del voto popular, según cifras del Ministerio del Interior libanés. Por consiguiente, según el argumento Friedman-Abrams, deberíamos estar lamentando la victoria de Ahmadinejad sobre Obama. Al igual que otros, Friedman y Abrams se están refiriendo a los representantes del Parlamento. Estas cifras son tergiversadas por el sistema de votación confesional de Líbano, que reduce drásticamente el número de asientos otorgados a la más grande de las sectas, los chiítas, que respaldan abrumadoramente a Hezbollah y a su aliado Amal. El analista político Assaf Kfoury observa que las reglas imperantes no dejan espacio para los partidos no “tolerados” y se erigen en una barrera que evita la introducción de políticas socioeconómicas y otros temas reales en el sistema electoral. Para Kfoury, esas reglas abren la puerta a “interferencia externa masiva”, menor participación de votantes y “manipulación y compra de votos”, todo ello peculiaridades de las elecciones de junio. Por tanto, en Beirut, la capital que alberga a casi la mitad de la población de Líbano, menos de una cuarta parte de los votantes pudo votar sin tener que ir a sus remotos distritos de origen. El efecto es que los trabajadores migrantes y las clases más pobres efectivamente son privados de sus derechos civiles en “una forma extremadamente injusta, al estilo libanés”, favoreciendo a las clases privilegiadas y pro occidentales.
Irán. Al igual que el Líbano, el propio sistema electoral de Irán viola derechos básicos. Los candidatos deben ser aprobados por clérigos gobernantes, facultados para prohibir políticas con las que discrepan. Los resultados electorales del Ministerio del Interior de Irán carecieron de credibilidad tanto por la forma en que fueron publicados como por el resultado mismo, provocando una enorme protesta popular brutalmente reprimida por las fuerzas armadas de los clérigos gobernantes. Tal vez Ahmadinejad pudo haber ganado la mayoría si los votos hubieran sido nuevamente contabilizados, pero los gobernantes aparentemente no estaban dispuestos a arriesgarse. Desde las calles de Teherán, la corresponsal Reese Erlich escribió: “Es un genuino movimiento de masas iraní integrado por estudiantes, trabajadores, mujeres y gente de clase media” y, posiblemente, la mayoría de la población rural. Eric Hooglund, catedrático y experto en el Irán rural, describe un respaldo “abrumador” para el candidato opositor Mir Husein Musavi entre la gente de ciertas regiones, y un “palpable ultraje moral por lo que llegó a creerse como una elección fraudulenta”. Es altamente improbable que las protestas dañen al régimen clerical-militar a corto plazo pero, como observa Erlich, “está sembrando las semillas para luchas futuras”.
Israel-Palestina. No deberíamos olvidar unas elecciones auténticamente “libres y justas” realizadas recientemente en Oriente Medio –en Palestina, en enero de 2006, ante las que Estados Unidos y sus aliados respondieron castigando a la población que votó “equivocadamente”–. A partir de ese hecho, Israel impuso sitio a Gaza y, el invierno pasado, la atacó sin misericordia. Apoyándose en la impunidad que recibe como aliado de Estados Unidos, Israel ha reforzado una vez más su bloqueo secuestrando a la embarcación Espíritu de Humanidad, perteneciente al movimiento Gaza Libre, ocurrida en aguas internacionales, forzándola a atracar en el puerto israelí de Ashdod. La embarcación había salido de Chipre, donde se inspeccionó el cargamento: medicinas, materiales de reconstrucción y juguetes. A bordo se encontraban defensores de derechos humanos como la ganadora del Premio Nobel Mairead Maguire y la ex congresista norteamericana Cynthia McKinney. Ese crimen, a duras penas evocó un bostezo –será porque es parte de “la normalidad”, dado que durante décadas Israel ha estado secuestrando botes que viajan entre Chipre y Líbano–.
Honduras. Centroamérica también escenifica un crimen relacionado con elecciones. Un golpe militar en Honduras ha depuesto al presidente Manuel Zelaya y lo ha expulsado del país. El golpe repite lo que el analista en asuntos latinoamericanos Mark Weisbrot llama “una historia recurrente en Latinoamérica”, enfrentando a “un presidente reformista respaldado por sindicatos laborales y organizaciones sociales con una elite política corrupta, mafiosa, gobernada por las drogas, acostumbrada a escoger a los miembros no sólo de la Suprema Corte y el Congreso, sino también al presidente. La corriente principal de opinión pública describe al golpe como un desafortunado regreso a los malos días de hace décadas. Pero eso es equívoco. Se trata del tercer golpe de Estado en la última década, todos ellos conformando la “historia recurrente”. El primero, en Venezuela en 2002, fue respaldado por la administración de Bush que, empero, se retractó luego de agudas críticas latinoamericanas y de la restauración del gobierno elegido a través de manifestaciones populares. El segundo, en Haití en 2004, se concretó a manos de los torturadores tradicionales del país, Francia y Estados Unidos. El presidente electo, Jean Bertrand Aristide, fue llevado en secreto a África Central. Lo novedoso del golpe en Honduras es que Washington no lo ha respaldado, aunque vociferó una condena más suave que otros, no ha actuado al respecto. Contrariamente a lo que han hecho países vecinos, Francia, España e Italia, Estados Unidos no ha retirado su embajador. Sobrepasa la imaginación que Washington no tuviera conocimiento anticipado de lo que se fraguaba en Honduras, país altamente dependiente de la asistencia estadounidense y cuyo ejército es armado, entrenado y asesorado por Estados Unidos. Las relaciones militares han sido estrechas desde la década de los ’80, cuando Honduras fue base de la guerra terrorista del presidente Reagan contra Nicaragua. Que la “historia recurrente” se repita una vez más, depende en gran medida de las reacciones de los centros de poder dentro de Estados Unidos.
(Texto de Noam Chomsky, rebelión, 13/VII/09).

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