viernes, 28 de agosto de 2009

El dominio de la intriga



Quien domina la intriga, domina el mundo, o termina imponiéndose a sus adversarios. Los relatos históricos son en realidad tratados de la intriga y de la conspiración. En estas últimas reside el Poder, aunque haya periodos en los que políticos de casta confirmen la regla general con su excepción. Y la regla general es que los que gobiernan y los que pugnan por gobernar no tienen y, lo que es peor, no pueden tener, escrúpulos. Tenerlos es sucumbir. Entre hienas hay que ser una hiena, y es virtualmente imposible que pueda imponerse quien no es despiadado entre alimañas. Puede parecer que un político tiene un alma grande, pero las vilezas no sólo se cometen por actos; a menudo son más graves por omisión, consintiendo, mirando a otra parte en ciertas circunstancias y siempre olvidando el escrúpulo generalmente inoculado en la cuna. A eso, cuando se prescinde del escrúpulo, los políticamente correctos le llaman “firmeza”. Quien gobierna, aun prudente -ver Maquiavelo-, y más quien aspira a gobernar, han de saber burlar la ética política que en la práctica no existe. Mucho se dice de la estupidización general de las sociedades democráticas que están virtualmente en manos de las clases sociales por definición sin escrúpulos, especialistas en la manipulación. Se trata de gentes con o sin responsabilidades públicas que se supone son espejo para muchos, a quienes les basta manejar diestramente el repulsivo arte de la intriga para ir imponiéndose poco a poco sobre otras y al final sobre todos. Tal es el caso del alcalde que se va: Toño Salvador, quien llegó con aureola de “honesto”, “transparente”, “ecuánime”, etc., y que resultó ser un individuo sin escrúpulos al torcer la ley a su antojo despidiendo empleados de distintas áreas de la administración municipal con el pretexto de que “no reúnen los requisitos y el perfil necesarios para un buen desempeño, de acuerdo a los lineamientos diseñados para la administración 2006-2009”, gastando cientos de miles de pesos –del erario municipal– en indemnizaciones laborales; obnubilado por sus prejuicios, no toleró los señalamientos, vinieran de donde vinieran: si provenían de sus adversarios políticos, los llamaba “necios” o “faltos de memoria”, al recordarles que en su momento ellos también toleraron actos ilícitos; si provenían de sus correligionarios, simplemente los llamaba a reuniones urgentes “de trabajo” y les leía la cartilla, machacando que si ocupaban el puesto que tenían era por “él”, sí, por Toño, a quien muchos –sobre todo los empleados de “primer nivel”– le deben el tener un empleo y un buen ingreso quincenal; mentiroso y manipulador, delineó escenarios para maquillar el desastre en seguridad pública, con programas inútiles “para combatir las adicciones”, cuando al mismo tiempo se ha protegido a miembros del narco que actualmente “ocupan la plaza”; corrupto, aprendió a recibir dinero de procedencia dudosa para permitir la instalación de negocios relacionados con el narcomenudeo, la prostitución y la explotación de mano de obra infantil. Quien nos gobierna, o mejor, quien pretendió gobernar es el populacho de arriba que se desparrama por las instituciones y las instancias de gobierno. Populacho, hoy día, no es el de la plebe, el de los jodidos, son los politicastros de verbo señoril y ademanes respetables. Populacho son tantos profesionales que aparentan excelencia pero están podridos… expertos en la intriga y en la conspiración. Hay quienes, estando en los centros vitales del Poder, se resisten a patrocinar o encubrir la podredumbre. Son los menos los que desean contener la pus que brota por todos lados. Políticos, periodistas, obispos, médicos, abogados, economistas, comerciantes y empresarios impecables no pueden contrarrestar el ímpetu con que la intriga, las maniobras y las conspiraciones urdidas por los canallas contra ellos, contra la justicia y la ética, les superan casi siempre. No bastan políticos, jueces, fiscales, policías, ministeriales, notarios, etc., decididos a cortar por lo sano la desmesura, el fraude, el abuso y la injusticia. La pudrición de la vida pública sobreviene cuando el tejido social ha sido infectado en sus órganos más puros y nobles. ¿Quiere usted quitarse de en medio a un rival declarado o a un correligionario que termina siéndolo, como fue el caso de Toño Salvador que forzó a Ricardo Fernando Venegas hasta hacerlo renunciar?, pues no tiene más que montar hábilmente una faramalla con una serie de cómplices que estén de acuerdo con su canallada, tenderle una trampa y, ¡listo!, se quita usted a los que le estorban por no compartir sus mismos “ideales”. Este es el meollo de tantas y tantas tramas políticas que aparentemente no tienen explicación. Este es el argumento escondido tras la versión oficial de tantos actos insensatos de todos los tiempos, y también de tantos efectos de la intriga, de la conspiración, de la corrupción y del crimen a la vista de todos, pero que no “vemos” por las mañas de los artistas de la depravación. De la misma manera como no ve el espectador el truco del ilusionista. En estos últimos tiempos, el partido de la “decencia y las buenas costumbres” se ha corrompido a tal grado, que ha convertido el ambiente político local en un profundo muladar. Dadas sus trazas y su desempeño, no podía esperarse otra cosa de Toño Salvador. El dedazo, los favores, el nepotismo, el uso patrimonial de los recursos públicos –hasta a su mujer la colocó en el primer lugar de la lista de regidores en la planilla de Jaime Verdín–, la compra de voluntades…, al final la intriga y la conspiración en un perpetuum mobile, resultan ser los verdaderos “valores” de ese partido. El principal rasgo de quien domina la conspiración y la intriga es, su culpabilidad manifiesta, la cual no se puede probar hasta que el intrigante ha entrado en la historia de los hombres y las mujeres infames… Por eso, Toño Salvador ha ingresado a la historia de este municipio por la puerta de la conspiración y de los más bajos sentimientos. Bye, bye, Mr. Shit-head. (Fuente: Jaime Richart, argenpress, 15/VII/09).


Batalla antinarco: tortura y vejaciones

El Ejército Mexicano se vale de desapariciones forzadas, tortura y manipulación de declaraciones en su estrategia de combate al narcotráfico, según el periódico Washington Post en su portada del jueves 9 de julio. En un reportaje que recaba testimonios de personas ultrajadas, el diario estadunidense advierte que desde la declaración de “guerra contra el narcotráfico” de Felipe Calderón, las violaciones a las garantías individuales de los mexicanos son permanentemente pisoteadas. En el texto, el periódico denuncia que en el poblado Puerto Las Ollas, al sur de Guerrero, en un operativo soldados colocaron agujas debajo de las uñas de un discapacitado de 37 años de edad, hirieron con un cuchillo a un niño de 13 años, además de disparar contra un campesino y saquear la comunidad. El reportaje se remonta a las detenciones de 18 policías en Tijuana, en marzo pasado, por presunta protección al crimen organizado. Por medio de testimonios, el rotativo revela que durante el interrogatorio, los uniformados fueron sometidos a tortura, sus cabezas fueron cubiertas con bolsas de plástico e incluso fueron golpeados hasta perder la conciencia. El Washington Post entrevista al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, sobre los casos mencionados. El funcionario alega que son vejaciones aisladas, pero “el gobierno cree que no existen incentivos para los abusos”. El diario cita que en Ciudad Juárez, Chihuahua, la Comisión Estatal de Derechos Humanos ha recibido cerca de 100 quejas por diversos abusos por parte de las Fuerzas Armadas, en el periodo comprendido entre enero de 2008 y febrero de 2009. Días después, el diario Los Angeles Times exhortó al gobierno de Estados Unidos a retirar el 15% de los recursos del “Plan Mérida” por las violaciones a derechos humanos cometidas por el Ejército mexicano. En su editorial del viernes 24 de julio, el rotativo se suma a la exigencia de Human Rights Watch de someter los abusos militares a tribunales civiles y hacer justicia en las 559 quejas presentadas por ciudadanos ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México por vejaciones castrenses. Dice el diario: “Ningún país debería tener un Ejército que está por encima de la ley, una condición que envenena la democracia”. Las violaciones a los derechos humanos cometidas por instituciones, insiste el diario, debilita el sistema jurídico de cualquier país. Y va más allá: “Debilita la legitimidad del gobierno”. En la editorial se recuerdan los abusos perpetrados por el Ejército durante la “guerra sucia” contra militantes de izquierda durante el priísmo. También cuestiona el papel

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