domingo, 21 de agosto de 2011

OPINIÓN: La poesía no canta en vano

“Comprendí que mi misión humana no era otra que agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos”. Pablo Neruda escribió estas palabras en 1971, al recoger el Premio Nobel de Literatura. Recordó a Rimbaud y acabó diciendo que, con la “ardiente paciencia” de la lucha, “la poesía no habrá cantado en vano”. Neruda poeta y militante comunista escribió sobre la vida, el amor, las mujeres y, también sobre la opresión y “el tiempo encendido del combate”. Dicen que murió en su casa de Isla Negra a los pocos días del golpe militar. Después de 38 años, la justicia chilena ha decidido esclarecer lo que todo el mundo pensó y nadie dijo: que Neruda fue asesinado por orden de Pinochet. “Nuestras estrellas primordiales –escribió– son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanzas solitarias. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía y también con mi bandera”. ¿Qué sensibilidad especial poseen los poetas hacia la revolución, o la revolución hacia la poesía? ¿Dónde se juntan y se separan? ¿Dónde permanecen? El 7 de junio de 1968, el dirigente de ETA Txabi Etxebarrieta murió acribillado por la Guardia Civil en Benta Aundi. Contra el muro quedó la historia de su militancia, de su compromiso. Pero, como pensaba Neruda, su bandera y su esperanza se hicieron tan grandes como el tiempo de esa poesía, a la que no dejaron ser y todavía vive. “De saber que muero esta noche/ te buscaría locamente/ te auparía sobre mi muerte/ al país donde ha vivido mi amor por ti”. 20 de febrero, 1966.

(Texto de Amparo Lasheras, gara, 3/VI/11).

Los problemas de la crisis griega (y europea) son de origen estructural. No se deben a errores o a percances inesperados sino que expresan la clase de resultados previsibles y esperables cuando la especulación y el parasitismo rentístico asumen el puesto de comando del proceso de acumulación de capital. Por algo en el fragor de la Gran Depresión de los años treintas John Maynard Keynes recomendaba, en su célebre Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, practicar la eutanasia del rentista como condición indispensable para garantizar el crecimiento económico y reducir las fluctuaciones cíclicas endémicas en el capitalismo.

Su consejo fue desoído y hoy son aquellos sectores los que detentan la hegemonía capitalista, con las consecuencias por todos conocidas. Comentando sobre esta crisis Istvan Meszaros decía hace pocos días que “una crisis estructural requiere soluciones estructurales”, algo que quienes están administrando la crisis rechazan terminantemente. Pretenden curar a un enfermo en gravísimo estado con aspirinas.

Es el capitalismo el que está en crisis y para salir de ella se torna imprescindible salir del capitalismo, superar cuanto antes un sistema perverso que conduce a la humanidad al holocausto en medio de enormes sufrimientos y una depredación medioambiental sin precedentes. Por eso la mal llamada “crisis griega” no es tal; es, en cambio, el síntoma más agudo de la crisis general del capitalismo, esa que los medios de comunicación de la burguesía y el imperialismo aseguran desde hace tres años que ya está en vías de superación, pese a que las cosas están cada vez peor.

(Texto de Atilio A. Boron, cubadebate, 25/VI/11).

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