Todavía hay quienes piensan que la amnesia es una grave dolencia que, como consecuencia de lesiones patológicas o seniles, provoca la pérdida de la memoria. Así de injusto es el juicio de la gente y de equívoco el diccionario. La amnesia, y quien la disfrute nos dará la razón, es un preciado bien, y no cualquiera, de los que disponemos los seres humanos. Gracias a ella, los más repugnantes crímenes quedan relegados al silencio para que ni el rumor de las esquinas alcance a mencionarlos y puedan blanquear los asesinos sus hojas de servicio y seguir aplaudiendo la sociedad sus virtuosas trayectorias, que ya se ocupará la amnesia de transformar al ladrón en probo, al canalla en benemérito, al pecador en santo, al farsante en demócrata y al mentiroso en periodista.
La amnesia observa la propiedad, además, de que una sola dosis es capaz de vacunarnos contra cualquier posible y repentina suspicacia y, como se contagia, al conjuro de unos cuantos ilustres eruditos en las artes de la infamia, podemos todos recuperar nuestra apacible y feliz existencia. No hay crimen, por execrable que parezca, que no deba la amnesia relegar al insoluble olvido; no hay robo, por más evidencias que lo delaten, no hay promesa electoral por más que haya sido machacada en eslóganes, que no sepa la amnesia convertir en honesto patrimonio; no hay patraña, por más burda que resulte, que no vaya la amnesia a transformar en heroica historia.
Y son tantos los impunes delincuentes y farsantes ejerciendo de demócratas caudillos, que ni siquiera nos queda a los demás la esperanza de nada, más que seguir soportando infamia tras infamia, mentira tras mentira.
¿Por qué todo este misterio? Pues porque ya entramos en los momentos previos al estreno del drama electoral. Desde hace semanas se vienen detallando las líneas y se actualizan las escenas de la patética tragicomedia que relata la lucha encarnizada por el poder; el preámbulo es un leve indicio de la intensidad de una secuencia de perversidades. La contienda electorera es una tradición recientemente adquirida en México: abarca un periodo impreciso anterior a la jornada electoral, en cualquiera de los tres niveles de gobierno, durante el cual se exhibe la deleznable esencia de la subespecie política en una secuencia dramatizada de nalgaprontismos, imbecilidades y perversiones. Es una temporada de episodios con escándalos de intensidad variable que suelen ser mediáticos: se repiten incesantemente los pormenores, se reproducen los discursos y las declaraciones, se incrementa el elenco con personajes emergentes, pero no se realiza ningún trámite en el ámbito judicial. Todo se dirime en el escaparate de los medios masivos sin repercusiones legales. Y así: en una insufrible secuencia de vulgaridades y cinismos escucharemos las versiones de los presuntos implicados, las respuestas beligerantes de los aludidos, los puntillosos señalamientos de los esbirros lamesuelas y todas las denostaciones que se acumulen hasta que decline la magnitud del espectáculo. Y en esta administración, ya han habido varios bochornosos espectáculos en distintas instancias: SAPAF, Servicios Públicos, Transporte Municipal, Fiscalización, Patronato de la Feria, etc. Lo anterior, sin mencionar del nepotismo que ha llegado a tal nivel, que en la última sesión de Cabildo se echan en cara unos a otros las relaciones de familia que existe entre funcionarios, regidores, empleados y consejeros, ¿por qué?, porque los priístas están hasta la madre de que los Aguirre Ruteaga sean los que mangoneen a nuestro barbado alcalde quien, se ha visto minimizado como vil pelele, por las acciones maquiavélicas de Robolfo Aguirre, quien ahora pretende imponer a su hermano Fernando como consejero de SAPAF (a.m., 19/VII/11).
Ante tanto desmadre institucional, ¿qué harán Jaime Verdín y su camarilla para que repita el PAN para el trienio 2012-2015? ¿Repartir más despensas, becas, láminas de cartón, sacos de cemento, sillas de ruedas, empleos precarios en Servicios Municipales, etc.?
(Fuentes: Koldo Campos, gara, 21/VI/11; Laura M. López Murillo, argenpress, 11/VII/11).
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