Más de medio millón de niños va a morir de hambre en Somalia en estos días. Mientras la Policía (en Noruega) llamaba a la población a mantenerse en sus hogares absteniéndose de salir a la calle, el primer ministro, se mostraba consternado por la tragedia, “la peor en la historia del país”.
Fuerzas de seguridad, atentas a cualquier movimiento sospechoso, acordonaron algunas calles céntricas de la capital, al tiempo que tropas del ejército participaron en el control de la situación y varios helicópteros militares sobrevolaban la zona.
Quinientos mil niños están muriendo de hambre en Somalia y se teme que la cifra de víctimas siga aumentando en los próximos días. Tanto el presidente Obama como el secretario general de Naciones Unidas han hecho saber su pesar y repulsa por lo sucedido y han externado su solidaridad con las víctimas.
El país ha quedado conmocionado por la noticia y todo el mundo se pregunta “¿por qué? “Parecía un paisaje de guerra”, relataba apesadumbrado un socorrista. “Conocía a muchos de los jóvenes y conocía a sus padres”, ha dicho el primer ministro, que ha acompañado a los supervivientes y se ha interesado por las víctimas.
Además de las ayudas que a nivel económico y psicológico se han apresurado a implementar las autoridades locales, también la comunidad internacional ha hecho saber su compromiso de socorrer a las familias de las víctimas y ayudarles a superar el amargo trance que están sufriendo.
En todas las capitales del mundo, desde que trascendió la noticia, millones de personas se han ido concentrando de manera espontánea condenando los hechos y exigiendo castigo para los responsables.
El gobierno español y el principal partido de la oposición han expresado sus condolencias a las familias de los afectados a la vez que comprometían sus esfuerzos para que nunca más vuelva a repetirse una tragedia semejante que, igualmente, ha merecido la atención y las oraciones de Benedicto XVI en Roma.
Cientos de miles de niños están muriendo en Somalia, pero el hambre que los mata no explota, no hace ruido ni aturde, no salpica, no conmociona al mundo, aunque los asesinos de los niños somalíes o noruegos, salvando las distancias, vengan a ser los mismos, engendros ambos de un demencial sistema que tanto en la isla noruega como en la aislada Somalia sólo apela al terror.
(Texto de Koldo Campos Sagaseta, rebelión, 25/VII/11).
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