Allí está
Durante el siglo XIX, se pensaba que las personas que exhibían síntomas de lo que hoy se llama “desorden de identidad disociativa” estaban poseídas. Se creía que algún demonio les susurraba en el oído, obligándolas a actuar en contra de su voluntad. Al escuchar a Beatriz Paredes, se antoja argumentar algo similar. Sólo así podrían explicarse la conducta errática, las fobias inexplicables, el enojo incontenible, la bipolaridad política, las contradicciones evidentes, las alucinaciones de las cuales se ha vuelto presa la presidenta del PRI. Va por la vida promoviendo posiciones de izquierda en unos temas y de derecha en otros. Defendiendo principios que luego no tiene el menor rubor en traicionar. Enarbolando el discurso del nacionalismo revolucionario mientras toma decisiones que llevarían a los ganadores de
Beatriz Paredes habla de “nuestra realidad hiperpresidencialista”, cuando la presidencia imperial ha sido reemplazada por la presidencia acorralada. Habla de la necesidad de “controles y fiscalización” a nivel local, cuando en la última negociación presupuestal su partido los rechazó. Habla de la necesidad de fomentar “la transparencia en el manejo de los recursos públicos”, cuando los estados controlados por el PRI son hoyos negros de opacidad. Habla de la “influencia creciente de los poderes fácticos”, cuando el precandidato presidencial del PRI ya se ha encamado con ellos. Habla de acrecentar los derechos ciudadanos, al mismo tiempo que se opone a las candidaturas independientes. Critica “la propaganda como subterfugio para la manipulación social”, cuando Enrique Peña Nieto la usa con ese objetivo. Argumenta que los estados democráticos “son laicos”, cuando ella misma ha contribuido a poner en jaque la laicidad en México.
Una sola mujer con tantas corrientes internas, con tantas vidas variopintas percibiendo e interactuando con la realidad. Pero no es que a Beatriz la muevan fuerzas del más allá, el mal que padece es congénito; es parte de la herencia priísta y afecta a todos sus miembros en mayor o menor medida. Los desórdenes mentales disociativos siempre están acompañados por la amnesia, la pérdida selectiva de memoria, la incapacidad para recordar lo dicho, lo hecho, lo prometido, lo incumplido. Y según los expertos, la personalidad múltiple es causada por antecedentes traumáticos. En el caso de Beatriz Paredes, es la historia misma del PRI en México y la marca que ha dejado tras de sí: 71 años de caciques y cotos y corrupción que ella es incapaz de reconocer, incapaz de procesar, incapaz de enfrentar; 71 años de gobierno como distribución del botín, que la transición no ha logrado cambiar.
No sorprende entonces que Beatriz Paredes parezca esquizofrénica; lo es. Tanto o más que su propio partido. Tiene que serlo para seguir formando parte de una camarilla que dice fomentar la modernización pero ha hecho todo lo posible para obstaculizarla. Tiene que mantener la dualidad para pertenecer a una organización que se vanagloria de las instituciones que creó, al mismo tiempo que se dedicó a prostituirlas.
Beatriz Paredes y el PRI que encabeza tratan de ocultar el lado oscuro de su naturaleza. Buscan disfrazar a la bestia que llevan dentro. Cuando Beatriz declara que “no se vale usar los programas sociales para el chantaje electoral” –una práctica que su partido instituyó–, no queda más remedio que declararla esquizofrénica.
(Texto de Denise Dresser, proceso.com, 2/II/10).
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