domingo, 18 de diciembre de 2011

EDITORIAL: Blake Mora: la verdad es crucial

Las muertes del titular de la Secretaría de Gobernación, José Francisco Blake Mora; del subsecretario de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos, Felipe Zamora Castro; del director general de Comunicación Social, José Alfredo García Medina; de la secretaria técnica Miriam Hayton Sánchez, y de cuatro efectivos militares, acaecidas el 11/11/11, cuando el helicóptero del Estado Mayor Presidencial en que viajaban en dirección a Cuernavaca se desplomó en el estado de México, trasciende, aunque no excluye, el ámbito de las tragedias personales, dada la jerarquía en el gobierno federal de dos de los fallecidos. Blake Mora ocupaba el segundo puesto en importancia, en tanto que Zamora Castro desempeñaba un papel de gran relevancia en la coyuntura por la que atraviesa el gobierno federal.
La Secretaría de Gobernación ha tenido, en menos de cinco años, cuatro titulares, y se apresta a tener al quinto. Independientemente de los factores que la hayan causado, semejante inestabilidad en la conducción de la política interna y en la coordinación del gabinete no puede arrojar buenos resultados para el país ni para el gobierno, y acaso explique las dificultades en el diseño y la aplicación de sus estrategias en diversos rubros.
La muerte de Blake tiene dos precedentes que no pueden pasar inadvertidos: hace tres años, justamente en este mes, murieron el entonces secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y el antiguo responsable del combate al crimen organizado, José Luis Santiago Vasconcelos, en lo que fue oficialmente calificado como accidente aeronáutico, ocurrido cerca de la Fuente de Petróleos, en la ciudad de México. En ese entonces –noviembre de 2008– resultó inevitable recordar el deceso de Ramón Martín Huerta, secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Vicente Fox, ocurrido cuando el helicóptero en que viajaba hacia el penal del Altiplano se precipitó en el municipio mexiquense de Xonacatlán, en septiembre de 2005.
La tragedia se da en el contexto de violencia e inseguridad como resultado de la estrategia oficial para combatir al narcotráfico, que ha dejado un saldo de más de cincuenta mil muertos.
El helicóptero AS332 Súper Puma de la Fuerza Aérea Mexicana cayó a unos 23 kilómetros del aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Ese mismo aparato debía regresar a la capital del país para trasladar más tarde al propio Felipe Calderón de la residencia oficial de Los Pinos al hangar presidencial en el aeropuerto de la Ciudad de México, desde donde Calderón volaría a La Paz, Baja California Sur. La gira fue cancelada.
Las primeras imágenes del lugar del accidente muestran el helicóptero totalmente destrozado y calcinado, al final de una estela de restos en la trayectoria de impacto, en una zona muy poco arbolada y con suficiente espacio libre como para que un helicóptero intentara un aterrizaje de emergencia. Las casualidades existen, y el uso intensivo del traslado aéreo por parte de servidores públicos de primer nivel incrementa las probabilidades de que se vean involucrados en accidentes.
Sin embargo, ante una sociedad escéptica, con una credibilidad institucional seriamente debilitada, y en el entorno actual de violencia descontrolada, al gobierno federal no le será fácil explicar –y mucho menos asimilar– la muerte, en accidentes aéreos, a bordo de aeronaves oficiales, de dos secretarios de Gobernación en tres años, y en seis, la de cuatro funcionarios directamente relacionados con la seguridad pública y nacional.
En un artículo publicado un día después en la edición electrónica del periódico El Mundo de España, el periodista Jacobo G. García aborda la muerte del secretario de Gobernación, y pone en tela de juicio las causas del accidente. García también cuestiona a Felipe Calderón en sus declara-ciones hechas ese 11/11/11 en el sentido de que investigará las causas del siniestro, aun cuando la muerte de Juan Camilo Mouriño, en 2008, sigue sin esclarecerse y el gobierno decretó el “secreto” sobre la misma por un periodo no menor a 12 años.
Dice García: “Fue el ex presidente Vicente Fox el que inventó el término ‘sospechosismo’, un concepto tan disparatado gramaticalmente como muchas de sus frases, pero que trataba de definir el ambiente de duda permanente que rodea la gestión del gobierno.
“Y es que México tiene la habilidad para que los accidentes parezcan atentados y los atentados parezcan accidentes. Del asesinato de Colosio a la muerte de Blake Mora, el listado de dudas, da igual quien ocupe la silla del Águila, es más largo que el de certezas”.
El propio Calderón habló de “accidente” pero añadió que no descarta ninguna hipótesis y advirtió que su estrategia de seguridad sigue adelante. “Como me pasó con Juan Camilo Mouriño hace tres años, extrañaré y necesitaré mucho a Francisco Blake. Pienso en ellos y, al margen de la amistad que nos unía, pienso en los ideales que compartimos. Con ellos compartí la idea de hacer un México más seguro donde impere el Estado de Derecho y donde los mexicanos puedan vivir en libertad”, dijo frente a las cámaras. “No desmayaré y redoblaré la lucha por la construcción de un México mejor. Tenemos que ser fuertes…”, añadió.
Casi una semana después del “accidente”, la consultora estadunidense en seguridad, Stratfor, divulgó un informe en el que muestra que hay “reportes que indican que una causa posible del accidente fue la contaminación en la gasolina”. Si la hipótesis de la gasolina adulterada es verdadera, “estos factores podrían ser puntos determinantes para la hipótesis de la intervención humana en el accidente”, advierte. Stratfor consideró indispensable que en las autopsias de las víctimas se realizara una revisión pulmonar para contemplar o descartar inhalación de gases por explosiones, así como heridas de disparos. “Sin embargo, los investigadores necesitan tener una mente abierta y proceder de manera metodológica en la indagación”, señala.
Cabe destacar que Calderón fue el primero en lucrar políticamente con la tragedia. En su discurso del sábado 12 de noviembre, llamó a la unidad y a redoblar esfuerzos para seguir luchando y con mayor convicción aún, en evidente referencia a su cuestionada estrategia militarizada de combate al narcotráfico. También señaló que eventos como éste ponen a prueba a las instituciones y que estos son momentos difíciles, desde luego, para el gobierno y lo son, también, para la nación.
Estas declaraciones chocan de manera frontal con la tesis de la nubosidad como causa de la muerte del secretario. Si fue un mero accidente, ¿entonces por qué pone a prueba las instituciones y genera un momento difícil para la nación? Aunque ocupaba un cargo muy importante, Blake no destacaba en el gabinete. Su perfil era el de un burócrata más, un amigo del Presidente que se ocupaba principalmente de las relaciones públicas de su jefe. Como él, existen más de una docena de otros funcionarios cercanos a Calderón que podrán hacer el trabajo igual o mejor que Blake. La muerte del secretario, y de los otros siete ocupantes, es evidentemente una tragedia para sus familias y allegados. Sin embargo, no pone a prueba las instituciones y mucho menos pone en aprietos a la nación, a menos de que el Presidente sepa o quiera sugerir que efectivamente el incidente no haya sido un mero accidente.
Lo cierto es que, más allá de teorías conspiratorias y de hipótesis disparatadas, algo o alguien, o una combinación de factores variopintos, ha estado eliminando secretarios de Gobernación en estos cinco años. Sea el narco, sean las disputas por el poder, sean las desavenencias personales, sea la alta peligrosidad estadística de las aeronaves oficiales o de sus tripulaciones, sean las turbulencias y las nubosidades, sea la mala estrella de este régimen, el hecho es que en promedio, ha sido uno por año. El primero pasó unos meses aprendiendo el desempeño del cargo, el segundo se dedicó a los negocios, el tercero anduvo atestiguando pactos inconfesables y el cuarto, que se sepa, no hizo nada.
Para un país en guerra y en crisis económica focalizada (sólo afecta a 70% de la población), con profundas fracturas sociales y políticas y en pavorosa regresión a los tiempos priístas de votos inducidos a punta de pistola (como ocurrió el domingo trece en Michoacán), el historial de los distintos secretarios de Gobernación, y el del calderonato en su conjunto, han sido un sangriento desastre.
(Basado en Editorial de La Jornada, 12/XI/11).

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