lunes, 9 de mayo de 2011

NACIONAL: México atribulado


Populismo festivo. La política y socialmente maltrecha cúpula de la Iglesia católica mexicana inflará el ánimo festivo que entre segmentos de la feligresía causará la beatificación de Juan Pablo II, el mediático Papa cuyo saldo histórico ha sido afectado entre otros hechos por la protección y afinidad que mantuvo con Marcial Maciel, el fundador de los legionarios de Cristo. El cardenal Norberto Rivera anunció el 16 de enero en la Catedral Metropolitana su intención de organizar una especie de Wojtyla Fest para celebrar la mencionada beatificación pero, con un aire más de campañas políticas que de ceremoniales religiosos, ha convocado “al pueblo” a hacer propuestas para que haya una mayor participación colectiva en los “magnos festejos”. “Que la gente decida”, es la invitación demagógica de los jefes de una institución que históricamente se ha manejado entre secretos e imposiciones verticales pero que ahora se pone populista, justo cuando su imagen más ajada está a causa de los pleitos de Juan Sandoval, de la opción preferencial por los ricos del mismo cardenal jalisciense, del mundano y oficialista Norberto Rivera y del indiciado Onésimo Cepeda y de la caída del imperio pretencioso, clasista e inmoral de los legionarios de Maciel. Pero, ¡México, siempre fiel!...

Hillary vino a votar. La esposa de Bill vino a depositar públicamente su voto para 2012: que siga la guerra (llámese ésta así, o “lucha”), gane quien gane los próximos comicios presidenciales. Boleta electoral marcada y resultados predichos: bota por voto y balacera por casilla. El mensaje pretendería ser: perded toda esperanza, pues entrado Felipe en su guerra de legitimación y control ya no está en circunstancia de escuchar razones que no sean las del alto mando, es decir, las que transmitió la interventora estadunidense Hillary, quien tuvo el detalle de compartir con el respetable público breves destellos de los amarres en privado que impuso y que en esencia son uno: ni un paso atrás, ni ahora ni después de las elecciones que así estarían desde ahora sometidas a una voluntad bélica transexenal. Los calderonistas solicitan y aceptan los lineamientos ajenos. Por ello permiten a agentes de la FBI que interroguen en suelo mexicano a centroamericanos migrantes y por ello se le pide a la secretaria de seguridad interior de Estados Unidos que entre al auxilio de Ciudad Juárez, a ver si con decorados extranjeros se podrían simular avances y logros que por sí mismo no alcanza a montar el sargentismo fallido de Los Pinos.

Tribunales electrónicos. Las televisoras dominantes han vuelto a demostrar su capacidad de manipulación social y control mediante intimidación que pueden tener sobre procesos institucionales. Empecinadas en asumirse como tribunales electrónicos, otorgantes de perdones y castigos, lograron una resolución expedita y selectiva en el caso de un cantante acusado en Quintana Roo de abusar sexualmente de una menor de edad. No sólo fue una maniobra clásica en busca de audiencias mayores (es decir, de mejores condiciones de comercialización de sus tiempos) sino, más allá, constituyó una aplastante confirmación de su carácter rector en la construcción de las percepciones nacionales, un lucimiento de músculo definitorio justamente cuando el país se encamina a un proceso electoral marcadamente peligroso, una exhibición de magia exculpatoria que a la vez es un mensaje amenazante para adversarios y críticos y, sobre todo, para precarios o nulos anunciantes del mundillo político. El fondo del asunto no es, desde luego, el proceso en sí, ni los indicios de culpabilidad o inocencia que pudiera haber respecto del mencionado cantante. De esos y otros asuntos habríase de entender el juez o el sistema judicial en general, con la misma pachorra y venalidad que sucede en todo el país, con el mismo grado de veleidad justiciera que afecta a miles de mexicanos, si no se hubiera atravesado el bíceps electrónico para establecer una suerte de fuero televisivo.

México entero vive tragedias diarias de las que Televisa y Televisión Azteca dan breves y controladas referencias en el mejor de los casos, pues con gran frecuencia lo que se mantiene es un silencio apenas roto por referencias gubernamentales forzadas. La información cotidiana ha sido así secuestrada para modular la conciencia nacional conforme a los intereses de quienes forman la elite de los grandes intereses económicos y políticos. Y el análisis y el debate políticos han sido circunscritos a voces propias o a una nómina casi invariable de convidados cuya mayor divergencia al aire suele ser de modos o detalles pero no de sustancia. (El envilecimiento de esos procesos de información y análisis en las televisoras ha llegado incluso a niveles grotescos, altamente dañinos para la salud pública, como es la recuperación, para públicos mexicano y “latino”, de Laura Bozzo, la organizadora de lamentables programas de exhibición clasista de purulencias sociales y familiares. Bozzo, según columnistas de espectáculos, pretende naturalizarse mexicana, con lo que estaría en condiciones de “opinar” desde Televisa sobre la política de su patria adoptada, acaso en una forma de prestar servicios a un régimen represor, corrupto y repudiado, como lo hizo años atrás en Perú. Para no quedarse atrás en esa competencia de lodo, Televisión Azteca ha habilitado una contrapropuesta aún de menor calidad –aunque pareciera imposible– mediante la vedete Niurka Marcos.)

Ganó el PRI en Guerrero. Con el triunfo electoral de Ángel Aguirre Rivero, los ganadores inmediatos serían, en lo local, el bando priísta escindido y confrontado con el figueroísmo que impuso e impulsó a Manuel Añorve, y, en lo nacional, Marcelo Ebrard (que así estaría rebasando a López Obrador por la derecha); Manuel Camacho (que estaría en condiciones de seguir adelante con el proceso de las alianzas entre PRD y PAN, con la vista puesta en 2012 y su pupilo Marcelo); Jesús Ortega (que podría transitar con menos presión rumbo a su salida de la presidencia del sol azteca); los Chuchos en general (Guadalupe Acosta Naranjo sería el esbozo de factura en Nayarit, en busca de la primera gubernatura chucha); las alianzas antitéticas perreánicas (que así estarían en condiciones de buscar declinaciones en Baja California Sur y con alforjas llenas empujarían a repetir el numerito exitoso en el estado de México, con o sin Alejandro Encinas, quien es semichucho y semipeje), y el principal promotor y ejecutor de esas alianzas, Felipe Calderón (que estaría acotando a López Obrador, cerrando cumplidamente tratos con Ebrard y, al demostrar la vulnerabilidad del PRI, desmitificando el presunto paso arrasador de Peña Nieto). Ese triunfo resta fuerza a López Obrador y fortalece a Calderón, Ebrard, Camacho y los Chuchos, pero no es una derrota verdadera para el PRI –que jugó con dos cartas– ni para Peña Nieto, cuya carta más cercana resultó ganadora a nombre de sus opositores. No pierde el PRI ni sus expectativas presidenciales porque, a pesar de todo, no ganaron ni la izquierda en arreglos con Calderón ni la leve derecha sacrificada, sino una estrategia oportunista y sin sustancia que en su seno alberga la misma moneda traicionera con que podrían pagarles a corto plazo: Aguirre es priísta y seguirá actuando como priísta. Ganó el PRI, aunque sí lo parezca.

¿BCS por Guerrero? El triunfo del partido blanquiazul en Baja California Sur confirma la maravilla de biotecnología partidista operada desde la Clínica Los Pinos: la primera victoria de un cuerpo blanco y azul inyectado de sangre negra y amarilla; triunfo panista con candidatos recién transferidos del perredismo derrotado, chuchismo buena paga que quitó fuerza a su candidato polémico a gobernador para dar paso al triunfo de un falso panismo henchido de transfusiones perredistas, nueva forma de aplicar las alianzas tan mentadas: ya ni siquiera es necesario un acuerdo formal, ni la declinación expresa de un candidato, sino que ahora basta con doblegar a uno de los aspirantes para dar ventaja al otro. Guerrero en manos de un perredista que es priísta, a cambio de Baja California Sur con un panista que hace poquito era perredista y antes priísta. La Fábrica Calderónica de Frankensteins se ha vuelto a cubrir de gloria. Con la derrota del PRD terminó una historia de saqueo, apropiación territorial, entreguismo playero a extranjeros, nepotismo y otras linduras que durante 12 años asestó el sol azteca a Baja California Sur. Perdió el PRD pero no los Chuchos, que maniobraron lo suficiente para enturbiar el escenario electoral y acabaron abandonando a su candidato a gobernador para dar paso al panismo, en cumplimiento de deudas guerrerenses. Las alianzas avanzan.

¿Ético o etílico? Por la salud de la República (alusión salutífera sin doble sentido), los ciudadanos deberían sostener y repetir la pregunta de Carmen Aristegui: “¿Tiene o no problemas de alcoholismo el presidente de la República?”. El planteamiento de la muy respetada periodista no surgió de súbitos procesos especulativos o de una ocurrencia personal, sino del análisis consecuente que hizo de hechos noticiosos de indudable interés público: la colocación en la tribuna de la cámara federal de diputados de una manta en que se hacía referencia a la incapacidad de gobierno de Felipe Calderón a causa de supuestos problemas etílicos. La presentación rigurosa de esos hechos –con la exhibición en pantalla de la famosa manta, que en otros ámbitos periodísticos fue cuidadosamente aludida– fue acompañada –como usualmente sucede en un noticiero de autoría opinante como han sido los que Aristegui ha conducido– de una serie de reflexiones que en esencia abogaron por la preeminencia de la información pública sobre los rumores insistentes: Los Pinos debería aclarar tan peculiar punto, dado que se multiplican los señalamientos acusatorios, al grado de que ese día habían llegado con escándalo al resonante foro de una de las dos cámaras integrantes de uno de los tres poderes republicanos e incluso se había suspendido su sesión de trabajo y se habían producido escaramuzas preocupantes. Así que, en medio de la obsesión bélica de Calderón por controlar todo cuanto le es necesario para intentar una relección por interpósita persona, es justo y necesario, en términos periodísticos, políticos, sociales y éticos, preguntar, como deberíamos hacerlo todos los mexicanos: “¿Tiene o no problemas de alcoholismo el presidente de la República?”.

Primera llamada, primera. México fue invadido declarativamente durante unas horas por un jefe del ejército estadunidense al que muchísimo preocupaba la posibilidad futura de un hecho pasado y presente: la llegada al poder de personas corruptas y malvadas. Tan delicado veía el subsecretario Joseph W. Westphal el panorama mexicano que lamentaba verse un día en la necesidad de hacer que las tropas imperiales cruzaran la frontera mexicana para combatir la descomposición del vecino. Horas después de la punitiva expedición verbal, el mismo declarante daría marcha atrás con sus batallones hipotéticos, obligado por las formas y los tiempos, condicionado por los requerimientos diplomáticos, pero habiendo dejado colocadas en lo alto las banderillas vistosas de las verdaderas intenciones gringas respecto al desorden generalizado en el que mucho han tenido que ver esos mismos extranjeros intervencionistas, como impulsores, alcahuetes, beneficiarios y financistas del fracaso de la “guerra” contra el narcotráfico que el fallido comandante Calderón ahora quiere reducir a categoría de simple lucha libre. Primera llamada, primera. La violencia verbal suele ser la antesala de la física. El subsecretario del Departamento de Defensa de Estados Unidos desnudó sus verdaderas convicciones y temores y reconoció que México está en el horizonte bélico imperial con una inmediatez que trasladaría el aparato guerrero del Medio Oriente al traspatio frijolero. Atrasado de noticias se muestra el alto funcionario del Pentágono, pues sus peores pesadillas han sido larga realidad en varios estados del país, sobre todo los norteños y los turísticos, y la punta de la pirámide del poder mexicano también ha sido tocada, cuando no dominada, por esos nuevos ejes de los mal llamados cárteles. Pero, a pesar de todo, o precisamente a causa de ello, la fuerza extranjera de intervención se asusta ante la posibilidad de que cárteles del narcotráfico en fases de ascenso pudieran hacerse expresamente del máximo poder político. Y por ello el halconismo con faldas de Hillary Clinton ha hablado antes de ese carácter “insurgente” del narcotráfico mexicano, tesis retomada por el subsecretario que más tarde lamentó la “inexactitud” de sus anteriores declaraciones e insistió en que las había hecho a título personal y no gubernamental. Mientras tanto, una oficina mexicana identificada como Secretaría de Gobernación rechazó “categóricamente” las declaraciones del subsecretario Westphal. Primera llamada, primera.

(Basado en Julio Hernández López, La Jornada, enero 17, 27, 28 y 31; febrero 7, 8 y 9, 2011).

No hay comentarios:

Publicar un comentario