domingo, 14 de junio de 2009

Sin inteligencia operativa policial

Mientras el grueso de las instituciones del país se apresta a la realización de las elecciones de julio próximo en un contexto de una descomposición inocultable y sin precedente de la clase política, y en medio de una desoladora pérdida de credibilidad del conjunto de los partidos y de los órganos encargados de organizar, calificar y juzgar el proceso comicial, el acontecer nacional registra otras catástrofes en los ámbitos del estado de derecho y la seguridad, de la economía, de la salud y de la educación. La reciente fuga de más de medio centenar de reos ocurrida en el penal de Cieneguillas, Zacatecas, operada por un grupo de 80 hombres fuertemente armados y uniformados, que viajaban en 17 camionetas con logotipos de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) y que contaron incluso con el apoyo de un helicóptero, es indicio inequívoco de la impotencia ante la delincuencia organizada en que se encuentran las corporaciones de seguridad pública, así como las instancias encargadas de la procuración de justicia en los tres niveles de gobierno. Queda claro, que los cárteles no sólo superan al Estado en términos de poder de fuego, sino también poseen la capacidad económica para corromper prácticamente a la totalidad del personal de un centro carcelario; disponen, además, de las condiciones necesarias para movilizar sin obstáculos todo un contingente paramilitar con medios terrestres y aéreos. Ese mismo 16 de mayo, la violencia delictiva cobró 21 víctimas en diversos puntos del territorio nacional, ocho de ellas en Ciudad Juárez, la cual poco antes –justo el día en que viajó allá, Felipe Calderón– amaneció tapizada de narcomantas, pese a que supuestamente se encuentra bajo control de las fuerzas policiales y militares del gobierno. Si la situación en materia de seguridad pública a nivel nacional es desastrosa, en San Francisco se refleja por la falta de inteligencia operativa de la corporación policiaca, que ha tenido que recurrir a los militares como una muestra de la ineptitud y la inoperancia de quien está al mando de dicha corporación. La policía municipal no cuenta con los conocimientos técnicos y científicos, con aplicación práctica, para que pueda desarrollar y ejecutar operaciones de inteligencia con éxito. Los planes no son claros, tampoco se basan en el conocimiento del modus operandi de quienes se dedican al tráfico de la droga y del lugar donde se va a actuar. Ante la falta de capacidad para dirigir, la estrategia –cualquiera que ésta sea– carece de todo cálculo, y la falta de coordinación es más que evidente. Sun Tzu, legendario militar chino, autor de El arte de la guerra, expresó: “Hay que calcular siempre: miras, mides, ves cosas, recuerdas reglas de cálculo, luego piensas profundamente y siempre tendrás la victoria”. Y Napoleón, uno de los más grandes militares de todos los tiempos: “En una guerra todo se obtiene por cálculo. Todo cuanto no está profundamente meditado en los detalles, no produce resultado”. En San Francisco, las relaciones entre el alcalde, el director de Seguridad Pública, los jefes intermedios y los grupos operativos son malas, guiadas por un apreciable grado de ineficiencia y por un alto grado de interferencias en la parte táctica. Autoritario y parco, el jefe policial no sabe manejar las desavenencias que se presentan, con mente clara y voluntad resuelta para evitar que se agudicen y destruya la organización. Su visión del conjunto es estrecha y prejuiciada. Con bastante frecuencia, se enfrasca en problemas domésticos, chismes, rumores y competencias desleales. Cuando un jefe policiaco no inyecta a su personal optimismo, voluntad y tesón, entonces la organización se fosiliza. El asunto es grave, porque según el Fondo Monetario Inter-nacional (FMI), el volumen de dinero negro procedente del narcotráfico y luego “blanqueado”, “representa entre el 2 y el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial”. En el caso de México, se calcula que el blanqueo de dinero de procedencia ilícita ronda los 10 mil millones de dólares. Recientemente, la revista Forbes colocó a El Chapo Guzmán en la lista de millonarios a escala mundial con una fortuna de mil millones de dólares. ¿Cuánto dinero se blanquea en San Francisco? No lo sabemos, pero las autoridades de los tres niveles de gobierno sí están en la posibilidad de conocer el dato. Ellos sí tienen las herramientas para saber sobre los movimientos de dinero y su cuantía, sobre su destino y, lo más importante: quién o quiénes realizan tales movimientos. Como en San Francisco no hay una verdadera estrategia policial para luchar con eficacia frente a la criminalidad tradicional y la criminalidad organizada, con la puesta en marcha de medidas específicas contra el tráfico de drogas, y con mecanismos de evaluación de la estrategia seguida, es claro que Toño Salvador protege a uno de los bandos que se disputan la plaza y la región. Él sabe que la presencia del Ejército es nefasta para que la convivencia de la población se de en un ambiente de paz y armonía. Es falso, como el propio alcalde afirmó, que “la presencia del Ejército ayude en el cuidado de la integridad a la comunidad”. O Toño Salvador está bajo los influjos de alguna droga cuando hace sus chispeantes declaraciones o, “habla sólo por el peso del maxilar inferior”, es decir, lo primero que se le ocurre. Veamos, el diario a.m.arillista dio cuenta de la brutalidad de los militares (abril 21) cuando llegaron a un domicilio de la calle Concepción y con marro en mano le dieron a la puerta, vencieron la chapa, revolvieron muebles, herramienta, enseres domésticos, abrieron roperos y “muy amablemente” dejaron un recado de que regresarían luego. José de Jesús Carmona y su familia son los afectados. Son ellos, quienes, bajo la óptica de Toño Salvador, tuvieron la fortuna de ser asistidos por los militares para que “cuidaran de su integridad”. Otra más: el citado diario (abril 25), informó que el capitán Antonio Chagoya, supuesto director de Seguridad Pública, justificó la alteración del orden con el excesivo sonido de sirenas en plena madrugada del jueves 23 de abril: “se trata de un excelente medio de disuasión para ahuyentar a los delincuentes”. Dijo Chagoya, con la vista perdida, sonrisa burlona y de plano con la baba de fuera –producto del pasón que se había dado minutos antes–: “a las cuatro de la madrugada es el horario que los maleantes utilizan para cometer sus fechorías”. No cabe duda, estamos en buenas manos: ¡A temblar señores delincuentes! (Fuentes: Editorial, La Jornada, 18/V/09; a.m., abril 21 y 25, 2009).

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