“El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable, para dar apariencia de solidez al viento”: George Orwell.
En algún lugar cibernético, donde el conocimiento navega en un océano virtual se configura una nueva conciencia colectiva que se rige por los lineamientos del pensamiento y sus dimensiones trascienden el rango de las inmensidades, por eso, esta conciencia global es ajena a los códigos terrestres y a las normas de la política. Este es el escenario en el que aparece Wikileaks: una red social para el intercambio de información cuya única restricción es el imperativo ético y moral de exhibir los vicios que pululan en los círculos del poder. La detención de Julian Assange y la estupidez de los cargos que se le imputan, las reacciones de los cibernautas y las amenazas de los hackers, las protestas internacionales en defensa de la libertad de expresión en Internet, son el preámbulo de una re-evolución jamás prevista por ninguno de los precursores del entorno digital. En ese mundo virtual, reflejo del mundo real, la vida cotidiana se satura con la crueldad que se repite día a día en nuestro país. Son tan frecuentes las repeticiones, que parecen incluso no tener importancia y, la tienen, en estas fechas, como ecos del pasado, ocupando un puesto privilegiado. Las repeticiones sirven de pausa a la significación emergente. Ellas continúan el signo vívido de esa verdad revolucionaria inagotable que hemos intentado descubrir: tiempos fugaces que se corresponden a través de la ley que domina la historia.
Antes de morir, el filósofo francés Jacques Derrida hizo duras críticas al sicoanálisis en relación con la crueldad. Hoy, el lugar en donde se producen los acontecimientos geopolíticos más traumáticos, y más duros, el lugar protagónico, lo ocupa la crueldad. Por una parte, guerras, terrorismo, intolerables violaciones a los más elementales derechos humanos, como el derecho a la vida y la libertad se ven como en los casos de secuestro o de asesinatos a gente común y a personajes públicos, brutalmente soliviantados. La crueldad se enseñorea sobre la sociedad en general que vive aterrorizada con atrocidades que se incrementan, de manera alarmante, día con día. En una compulsión a la repetición que nos habla del fatídico instinto de muerte. La crueldad, que es enigmática, requiere un trabajo de desciframiento. No deberíamos seguir permitiendo que la crueldad se abata sobre los sujetos sin miramiento alguno. No deberíamos permitir seguir viviendo en el terror y la angustia, pues las heridas resultantes nunca cicatrizan, llenan de odio, impotencia y confusión. La vida de los afectados nunca vuelve a ser la misma. Sin embargo, no es fácil, la ansiosa reivindicación de las organizaciones al margen de la ley, atestigua profundas frustraciones que serán generadoras de más violencia y crueldad. Y la violencia se da hasta en lo más pequeño, como lo ocurrido el pasado domingo 21 de noviembre a la entrada de las instalaciones del Comité Municipal del PAN de San Francisco: alguien, con la intención de boicotear y retrasar la elección de su dirigente en esa fecha, se dedicó a bloquear candados y chapas para impedir el acceso y celebración de su asamblea. Empero, dicha reunión se realizó con éxito: ganó la mafia encabezada por Jaime Verdín, quien impuso a Marcelo Salas Miguel como cabeza del panismo yunquista municipal. ¿Bochorno? Sí, es un bochorno escandaloso lo que armaron los seguidores del profeta barbado Jaime Verdín al sugerir la continuidad de quien ha sumido al panismo en el inmovilismo, en la falta de debate y el dedazo. Todo olió a opereta desde un comienzo, porque nada cerraba por ningún lado. ¿Bochorno? Sí, es un bochorno que el señorito Contralor siga montado en el carrusel del agandalle y de la sumisión al alcalde. Es un bochorno su desvergüenza. Es un bochorno el escandalito que armó sobre aquello de “las amenazas a su vida”. ¿Bochorno? Sí, es un bochorno el espectáculo que brinda la actual administración municipal, enfrascada en una lógica de querer lavar su imagen a punta de disculpas por no hacer bien su trabajo, en tanto el tiempo sigue su curso, ellos siguen con la renovada costumbre de que absolutamente nada de lo que discuten pasa por alguna confrontación de ideas siquiera superficial sino por el mero afán de espacios de poder. En una palabra, todos contra todos pero, a la vez, sin poder ser un todo ni apenas frente a esa mujer iluminada por el Espíritu Santo que les fija la agenda de los dineros. ¿Bochorno? Sí, es un bochorno el deplorable estado que guarda Seguridad Pública con su falta de transparencia a la hora de contratar personal, pues es bien sabido que se privilegia a los amigos del señor Rosiles. ¿Bochorno? Sí, es un bochorno el engaño tan burdo y cruel al afirmar que San Francisco es el municipio número uno en calidad y servicio por parte de las nueve dependencias que entraron al programa llamado MAS. ¿Quién califica a quién? ¿La población que padece los devaneos de quienes ocupan un puesto dentro del organigrama de la actual administración o la burocracia estatal yunquista que da una calificación con base en parámetros administrativos que nada tienen que ver con el trato que esos parásitos del erario dan a la gente? No cabe duda, vivimos bajo un régimen totalitario.
Una de las características de los regímenes totalitarios es el control que se ejerce sobre el discurso social para eliminar cualquier discrepancia con el criterio predominante; una de las evidencias del control ejercido es el acceso restringido a los medios de comunicación masiva y uno de los mecanismos del dominio es la fabricación de mensajes tendenciosos e insulsos. Sus programas sociales, sus proyectos, sus gastos en viajes y acarreos para aparentar simpatías a los precandidatos que sin ningún rubor se placean por todo el estado, son generosamente publicitados como parte del soporte mediático a los gobiernos que se califican a sí mismos como “humanistas”. El predominio del criterio de los grupos dominantes y su influencia en la idiosincrasia de las multitudes a través de mensajes mediáticos es el fundamento de la concepción hitleriana de la propaganda, cuyo elemento imprescindible es el traslado de la frustración. Desde entonces, una estrategia mediática consiste en señalar con índice de fuego a los enemigos sociales que amenazan el orden público. En esa lógica perversa de los energúmenos serviles que envilecen la realidad se da la destrucción de identidad y la dignidad de quienes se atreven a romper la espiral del silencio.
Hoy, aquí, en San Francisco, como en varias ciudades y regiones del país, faltan textos enteros del tejido social. Tejido roto porque hay nombres cuyos cuerpos están envenenados de coraje pero también de apatía, de rencor y de hastío. Y también hay cuerpos adosados a nombres falsos, cuerpos expropiados de sus verdaderos nombres y de sus verdaderos lazos, y por tanto sin verdadero acceso a la vida, a estar en el mundo. Tener un cuerpo incluye una dimensión jurídica sujeto de derecho, no devastado ni expropiado de su historia. Dice Walter Benjamin: “El pasado contiene un índice temporal que lo remite a la salvación. Hay un secreto acuerdo entre las generaciones pasadas y la nuestra. Hemos sido esperados en la tierra. A nosotros, como a las generaciones que nos precedieron, nos ha sido dada una débil fuerza mesiánica sobre la cual el pasado tiene un derecho”. Es esa fuerza mesiánica, llámese confianza, valentía, humor, audacia –según términos de Benjamin–, o llámese deseo, fuerza inconsciente, decisión del sujeto, esa fuerza es el corazón de aquello que intentan atacar los opresores, cuando buscan reducir al sujeto a una posición de objeto del cual disponer. La lengua es la patria y la memoria que destella y vuelve en pequeñas escenas. Dice Jacques Lacan: “El inconsciente es la manera que tuvo el sujeto de estar impregnado por el lenguaje..., la manera en que le ha sido infundido un modo de hablar, que no puede sino llevar la marca del modo bajo el cual lo recibieron sus padres”. Por ello, cada gesto tiene una enorme significación; no por nada, en ese pequeño acto simbólico en el que se dijo: “Es tiempo de darle vuelta a la hoja, dejar atrás la confrontación o señalamientos respecto del costo de diez millones de pesos que implicó disponer del nuevo edificio del SAPAF”, según cuentan las crónicas sobre lo declarado por Jaime Verdín y Juan Olivares Rocha durante la inauguración del mismo. ¿Dónde quedaron las bravatas y las promesas de llegar “hasta las últimas consecuencias” en ese gran robo que representó la construcción del nuevo edificio de SAPAF? En ese acto de maquillado trinquete, son ellos quienes ya no podrán contar con la posibilidad de su propia lengua, ya que su acto los deja excluidos de la verdadera existencia, es decir, de la dimensión ética humana. ¿Y qué decir de la burla que representa el que el Ayuntamiento por unanimidad autorice la inversión de poco menos de seis y medio millones de pesos para construir 500 casas de las llamadas DIFerentes, casas a las que se destinarán tan sólo 13 mil pesos a cada una; mientras ellos aprueban de urgencia contratar un crédito de dieciocho millones para cerrar las finanzas “de manera correcta” en este trágico 2010?
(Fuentes: Laura M. López Murillo, argenpress, diciembre 13 y 17, 2010; José Cueli, La Jornada, 26/XI/10; Eduardo Aliverti, página 12, 22/XI/10; a.m., noviembre 22, 25 y 30, diciembre 1, 11 y 17, 2010; Jacquie Lejbowicz, página 12, 25/XI/10).
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